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Amor propio | 30 NOV 2015
Recuperar mi busto, un sueño hecho realidad


Incluso al día de hoy, cada vez que veo mi busto aún no puedo creerlo.

Cuando desperté, me levanté frente al espejo y lo que vi me dejó sin habla

Hace más de diez años, tras mi mastectomía, tuve un proceso reconstructivo pésimo, mis senos parecían esculturas de plastilina hechas en Kinder. La verdad es que me conformé con eso, nunca pensé en rehacer mi busto ya que debajo de la ropa no se notaba. Además, eran relativamente más cómodos: más pequeños, mejores para hacer ejercicio y menos llamativos. En ese momento, no tenía pezones, nunca los reconstruyeron y solía salir sin sostén, al cabo no iban a evidenciarse debajo de la ropa. En su momento tomé esa decisión porque el procedimiento de reconstrucción de los pezones no era nada atractivo: tomaban piel del muslo, del área más oscura y con eso hacían unos nuevos.

La verdad es que ya me sentía muy por encima de todo: de lo que la sociedad esperaba de mi busto, de los cánones irreales de belleza, de la creencia de que tenía que volver a estar completa… pero no estaba por encima de mí misma y lo que veía al espejo, la realidad es que, pese a mi aparente seguridad, aún me desvestía en la esquina del vestidor… No era cosa de la mastectomía, de haber tenido ambas cicatrices podría mostrarlas con coraje y orgullo, pero esos pechos mal hechos me acongojaban.

Pero teniendo ropa encima me sentía bien, confiada y para mí eso era lo importante… hasta que mi amiga Gail me enseñó sus nuevos pechos con pezones (reconstruidos) que parecían los originales. ¡Eran espectaculares! Por primera vez en mucho tiempo añoré la sensación de tener pezones reales y un busto natural debajo de la ropa. Nunca le he tenido envidia a alguien, especialmente a mis amigas, pero ver a Gail tan feliz me hizo desear lo mismo para mí, así que decidí ir a ver a su cirujano plástico.

Su cirujano había reconstruido sus pezones de una forma curiosa e ingeniosa: usando tejido mamario, hacía microcortes y los plegaba con microsuturas.

Comencé a preguntarme por qué quería hacerlo, después de diez año ¿por qué buscar recuperar algo que yo consideraba inútil, que sólo veríamos mi esposo y yo y que había aprendido a no necesitar con los años? Tal vez por eso era tan atractiva la idea, la sensación de misterio, de tener algo que esconder debajo del escote. Sentí una corriente de electricidad que me recorría el cuerpo y una nueva determinación a cambiar mi vida: ¡quiero reconstruir mi busto!

Cuando desperté del quirófano, me levanté frente al espejo de mi habitación del hospital y me quité de golpe la bata. Lo que vi me dejó sin aliento. Miré mi busto con incredulidad y no pude hacer nada más que llorar. La única palabra que pude decir en ese momento de sorpresa fue: “normales”, al fin, después de diez años, mis pechos se veían normales.

Se los mostré a mi esposo, a mi enfermera, tuve que contenerme de enseñárselos a los demás pacientes pero el sentimiento de alegría era abrumador. Le marqué a mi hija por teléfono, no podía hablar bien pero ella debió entender mi emoción porque también lloró conmigo.

A los tres meses regresé con el médico para que me tatuaran la areola y mi busto al fin pudiera verse tan normal y tan bello como siempre lo fue. Tal vez no sea un busto perfecto, pero lo es para mí. Tener de nuevo esa sensación de silueta, sentirlos normales, sin cicatrices, sin deformaciones, es un sueño hecho realidad.

Por muchos años evité la lencería, ¿para qué someterme a esa tortura? Hoy debo decir que con gusto compro tras y prendas que me hagan resaltar el busto, que llamen la atención, ya no tengo miedo a ser vista ni a ser juzgada.

Para mí, esto es algo cuyo significado va mucho más allá. Mi madre murió de cáncer de mama cuando yo tenía 17 años y yo haber sobrevivido a mis 40 años me da la fuerza necesaria para enfrentar lo que sea. Aún mejor, el haber sobrevivido y ahora tener un busto normal, como si nada hubiera pasado, es la forma de decirle al mundo y a la enfermedad que soy una guerrera y que nada puede destruirme.

 

Ellen F.

Publicado originalmente en: Los Angeles Times

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